Somos pequeños y estamos en Gijón, cerca de el muro, cerca de la Playa San Lorenzo. También somos nuevos.
Aunque tenemos todo tipo de libros, nuestro fondo es de bolsillo, porque nunca hemos comprado un libro por 24 € si lo teníamos por 8 €. Excepto, claro está, esas joyas que ya hemos leído y queremos conservar para siempre. Pero, de ésas, sentimos -o no- decirlo, hay más en bolsillo.
El libro no está amenazado por esos inventos maravillosos, los ordenadores e internet.
No. Un libro es un artefacto misterioso. Una bomba. Un objeto mágico. Un fetiche. Sólo hay que dejar un libro de cinco páginas en las manos gordezuelas de un niño para comprobarlo; o para recordarlo. Se lleva a la playa, a la cama, al servicio, se anota, se huele y se guarda para futuros deja vus emocionantes, se regala envuelto en papel, se meten flores entre sus páginas. Se derrama café encima. Se habla sobre él. Se intercambian miradas sobre él. Se ama sobre él, en él. Se ama el libro. Porque nos ha dado tanto.
No creemos que la gente lea tan poco. No lo creeremos hasta que no lo comprobemos. Y no nos interesa, de momento, una vez que nos hemos lanzado, creer tal cosa. Sólo la dura realidad nos hará cambiar de opinión.
La abuela leía Robinson Crusoe en voz alta para todos los vecinos. Todos se amontonaban y miraban al fuego, escuchando con ojos brillantes. El padre lo leía en un desván lleno de muebles desvencijados, a la luz polvorienta de una claraboya. Ella se lo lee a sus hijos antes de dormir. Aún nos une, Robinson, a tantos. Pero hay tantos libros, tantas obras maestras, tantos autores nuevos sobrecogedores, impactantes, divertidos o inteligentes… ¿Demasiados? Bueno, quizá para quien se angustia si no conoce todo.
Queremos que esta página sea un engendro vivo, que se hable de nuestros pequeños, de los libros. Tenemos cariño a nuestro proyecto.
Os animamos, fervientemente, febrilmente, a que participéis. Hacednos llegar reseñas, comentarios, reflexiones, críticas, lecturas.